La concepción de que el ser humano es corrupto por naturaleza es una idea profundamente arraigada en ciertos enfoques filosóficos y sociopolÃticos. Desde esta perspectiva, los individuos, al enfrentarse con oportunidades que les permitan obtener beneficios personales a costa del bien común, tienden a actuar en su propio interés, incluso si esto significa perjudicar a otros. Este comportamiento, enraizado en una supuesta inclinación natural hacia la codicia y el egoÃsmo, se convierte en un fundamento que explica gran parte de la estructura social y polÃtica actual. Esta visión del ser humano, aunque pesimista, es aprovechada por las élites que controlan los sistemas de poder a nivel global y local. Estas élites, entendiendo la naturaleza corruptible del ser humano, diseñan y manipulan las instituciones y los mecanismos de gobierno para asegurarse de que los representantes públicos—quienes deberÃan actuar en beneficio del pueblo—sean fácilmente influenciables y maleables. AsÃ, la corrup
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